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Ruido rosa, blanco, marrón… ¡Los colores detrás del sonido!

  • Foto del escritor: Juanma de Casas
    Juanma de Casas
  • 19 oct
  • 2 Min. de lectura
Espectro de frecuencias con colores

La paleta sonora es más pintoresca de lo que parece. En acústica hablamos de ruidos como si fueran pinturas: ruido blanco, rosa, marrón, rojo… Incluso hay quien menciona el violeta. Y no, no es que a algún ingeniero se le cayera la caja de lápices sobre la mesa de mezclas: la explicación está en cómo se reparte la energía de ese ruido a lo largo del espectro de frecuencias.


El ruido blanco es el punto de partida. Contiene todas las frecuencias con la misma energía, como la luz blanca, pero en versión sonora. El resultado es ese soplido uniforme, el hiss clásico que muchos sintetizadores incluyen de serie. Ahora bien, cualquiera que haya puesto unos auriculares sabe que el oído humano no percibe todas las frecuencias igual: los graves nos llegan menos potentes que los agudos. Y ahí es donde aparece la paleta de colores.


El ruido rosa corrige ese desbalance: cada octava transporta la misma energía, y el oído lo percibe más equilibrado. El nombre tampoco es casual: si al blanco lo “tiñes” suavemente hacia los graves, lo que obtienes es un tono rosado. Una metáfora cromática que, aunque suene poética, es pura física.


El ruido rojo (a veces confundido con el brown noise o “ruido marrón”) acentúa todavía más los graves. Aquí hay un pequeño culebrón terminológico: el “marrón” no viene de un color, sino del físico Robert Brown, el del famoso “movimiento browniano”. Técnicamente, lo que hace este ruido es distribuir la energía de forma que el sonido se vuelve más profundo y envolvente. Si el blanco es un fluorescente, el marrón es como sentir una tormenta lejana atravesando el suelo.


En el extremo opuesto encontramos el ruido violeta, que enfatiza las frecuencias agudas. Resultado: un sonido punzante y estridente, más cerca del pitido postconcierto que de una nana relajante.


¿Y para qué sirven estos ruidos de colores? Para mucho más que curiosidad sonora. Son herramientas esenciales para calibrar equipos, medir la acústica de un espacio o poner a prueba algoritmos de audio. Los técnicos los usamos constantemente, aunque en paralelo internet los ha convertido en la banda sonora del sueño profundo, la concentración o la relajación. (Confesemos: dormir con ruido blanco es como hacerlo junto a una aspiradora, pero hay quien jura que funciona).


Así que la próxima vez que alguien te diga que prefiere el ruido rosa para trabajar o el marrón para relajarse, ya sabes: en realidad está eligiendo su color favorito dentro del espectro acústico.


Juan Tarteso apoya este artículo

 
 

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