Anhedonia: no todos disfrutamos con la música
- Juanma de Casas

- 18 oct
- 2 Min. de lectura

Imagínate escuchar tu canción favorita… y no sentir nada. Ni piel de gallina, ni subidón, ni ganas de mover el pie. Eso es lo que viven quienes tienen anhedonia musical, un fenómeno real y sorprendente: perciben la música perfectamente, pero no les produce placer.
No hablamos de sordera ni de falta de sensibilidad artística. Su oído funciona, reconocen acordes y melodías, pero el cable entre el córtex auditivo y el sistema de recompensa (el que libera dopamina y nos hace disfrutar) está desconectado. Resultado: la música entra, pero no activa el circuito del placer.
¿Es grave? En principio, no. No se considera una enfermedad ni una anomalía peligrosa, sino una particularidad neurológica. Quien la sufre puede disfrutar con la comida, el deporte o una conversación; simplemente la música no está en su menú emocional.
¿Se cura? De momento, no existe un tratamiento específico. Algunos estudios apuntan a que la exposición musical guiada o la combinación con estímulos visuales y sociales puede generar cierta conexión, pero la anhedonia musical no está catalogada como algo patológico que requiera terapia. Más bien se entiende como una variante del procesamiento cerebral.
¿Y cómo llamamos a quienes la padecen? En inglés se les suele denominar musical anhedonics. En español podríamos hablar de “personas con anhedonia musical”. No suena tan cool, pero es lo más preciso. La anhedonia musical nos recuerda que lo que para la mayoría es un lenguaje universal, para algunos es simplemente ruido organizado. Y aunque nos cueste creerlo —sobre todo a quienes vivimos entre frecuencias, espectros y mezclas—, sí: hay gente que nunca sabrá lo que se siente cuando un acorde bien colocado te revuelve por dentro.
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