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¿Cuál es el efecto terapéutico del sonido rojo?

  • Foto del escritor: Juanma de Casas
    Juanma de Casas
  • 19 oct
  • 2 Min. de lectura
Ondas sonido rojo

En el mundo del audio, hablar de colores no siempre significa cables o ecualizadores luminosos. Existe lo que se llama ruido de colores, y no, no es un invento de un sinestésico aburrido. El sonido rojo —también conocido como brown noise— es uno de los más fascinantes porque se mueve en los extremos graves del espectro, generando una sensación de peso, calidez y constancia.


Técnicamente, este ruido reparte más energía en las frecuencias bajas que en las altas, lo que lo diferencia del ruido blanco (plano en todo el espectro) y del rosa (más equilibrado a nuestro oído). El resultado es un sonido envolvente y profundo, comparable al rugido del océano o al estruendo lejano de una tormenta. No es extraño que muchas personas lo describan como un “abrazo acústico”.


¿Y dónde está lo terapéutico? La clave está en su capacidad de enmascarar ruidos molestos y generar un entorno estable. Para quienes sufren insomnio, tinnitus o incluso TDAH, este tipo de ruido actúa como una especie de colchón sonoro: ocupa el espacio auditivo y evita que el cerebro se distraiga con estímulos externos. Algo así como darle a la mente un paisaje uniforme en el que descansar.


Curiosamente, plataformas como TikTok o YouTube han popularizado el sonido rojo entre jóvenes que lo usan para estudiar, relajarse o concentrarse. No es magia ni misticismo, sino un fenómeno acústico con respaldo científico: nuestro sistema nervioso responde a la regularidad y a la previsibilidad, y eso calma la ansiedad.


Y aquí entra una comparación curiosa: el famoso “Om” que los practicantes de yoga y meditación entonan desde hace siglos comparte con el ruido rojo esa cualidad de vibración grave y sostenida. Aunque el “Om” es intencional, rítmico y cargado de simbolismo, ambos generan un efecto parecido: inducen calma, favorecen la concentración y convierten el sonido en una herramienta de equilibrio mental. Al final, no estamos tan lejos de aquellos monjes que ya sabían —sin espectrogramas— que los graves prolongados podían ser balsámicos.


Porque no todos los héroes llevan capa; algunos simplemente vibran en 60 Hz.


Juan Tarteso apoya este artículo

 
 

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