Apofenia auditiva: ¿engaño o instinto?
- Juanma de Casas

- 23 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 18 oct

Seguro que alguna vez te has concentrado tanto en escuchar algo que has creído oír un sonido inesperado o un nombre en un zumbido. No es un fallo técnico ni un fenómeno paranormal. Es tu cerebro jugando contigo, y se llama apofenia auditiva.
Este fenómeno implica percibir patrones, voces o significados en sonidos aleatorios. Aunque suene a ilusión, tiene lógica desde una perspectiva evolutiva. Nuestro oído y cerebro están preparados para detectar señales cruciales en medio del ruido: el crujir de una rama, una voz lejana, el ronroneo de un gato...
El término fue acuñado en 1958 por el neurólogo alemán Klaus Conrad. Aunque inicialmente se describió en un contexto clínico, se extendió rápidamente a lao de un coche que se acerca. La apofenia no es un error, sino un instinto heredado. Hoy día, se activa con el ruido de un ventilador, el zumbido de un amplificador o la lluvia golpeando la ventana del estudio.
En el mundo del sonido, explica por qué “escuchamos” palabras donde no existen, reconocemos melodías en sonidos caóticos, o nos confunden los mondegreens, esas letras de canciones mal entendidas que todos cantamos sin darnos cuenta. Incluso fenómenos como las psicofonías tienen explicación: nuestro cerebro da sentido a lo ambiguo, completando espacios con significado aparente.
Para los que trabajamos con sonido, la apofenia auditiva es fascinante. Nos recuerda cómo percibimos realmente el sonido, más allá de lo técnico: incluso la mezcla más clara puede llevar a interpretaciones sorprendentes. También puede ser una herramienta creativa: diseñar entornos sonoros que jueguen con la mente del oyente, crear texturas que sugieran presencia o emociones sin una fuente clara. En el sonido inmersivo, la realidad y la percepción se entrelazan, y la apofenia se convierte en una aliada.
Así que, la próxima vez que escuches una voz en la estática o un susurro en la reverberación de tu sala, no te alarmes. Es tu cerebro, el viejo cazador de patrones, trabajando en automático. ¿Instinto o ilusión? Quizás ambos, siempre fascinante. Al final, lo que para otros es ruido, para un oído entrenado puede convertirse en toda una aventura sonora.
Pepito Pérez apoya este artículo


